When the Apostles asked Jesus for an increase in the quantity of their faith, Jesus reminded them (and He reminds us today) that the quality of one’s faith is more important than the quantity. He says that a small amount of deep faith can accomplish great things – if that small amount of faith is placed in our great, mighty, and all-powerful God. In other words, it is not the greatness of our faith, but rather the greatness of God’s power working through us that will move mountains ... if we let it.
Using a master-servant parable, Jesus also teaches that, for faith to be effective, it must be linked with trust, obedience, and total commitment – it must be an active submission to God with a willingness to do whatever He commands. After all, as St. Thomas Aquinas said, “We grow in faith as we act in faith.”
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Jesús, en Lucas 17, 3-10, habla de la verdadera relación con Dios. En la época del Señor, los fariseos ponían en primer lugar los méritos. Recordamos a aquél que, en la sinagoga, recitaba la lista de todo lo que había hecho, frente al publicano, que no se atrevía a levantar la cabeza. (Lucas 18, 9-14) Con todos esos méritos, creían, ganaban el derecho a la salvación.
Este modo de pensar sobre la relación con Dios nos parece lógico. “Tanto hago, tanto acumulo para mi juicio final.” No nos damos cuenta de que pensamos como los fariseos. Pero no podemos exigir nada a Dios, que nos da todo gratuitamente, no tanto por nuestro méritos, sino por mera gracia. Si no ponemos atención, existe el riesgo de caer en el egoísmo espiritual. Colocamos en el centro no a Dios, sino a nosotros mismos – hacer las cosas para sentirnos mejor y “presumir” ante Dios, no por puro amor a Dios – hasta convertir a Dios en un contable, que se dedica a llevar las cuentas de los pecados y los méritos.
La verdad es que la línea entre hacer las cosas por amor de Dios o por amor a uno mismo es, a veces, difícil de distinguir. Por eso Jesús nos avisa: hay que amar de manera incondicional, sin esperar nada a cambio, tal y como Dios nos ama a todos, para poder entrar en el Reino de Dios. Él nos dice que la fe da sentido al camino porque Él va delante y sabe a dónde va. La fe nos da la alegría de caminar hombro con hombro con Él. Esa es la fe verdadera.