Does the request in Sunday’s Gospel seem strange? What does it mean for a disciple of Jesus to say, “Lord, teach us to pray?” Jews learned from early childhood to pray every day. Why would one of them ask Jesus now to teach them to pray?
It is entirely possible that the first disciples were asking Jesus for a distinctive prayer as His disciples. John the Baptist’s disciples had a special kind of prayer, but Jesus' disciples apparently did not. In answer to their request, Jesus taught them the Our Father. Think about how very special this prayer is: it is not just any prayer – it is a distinctively “Christian prayer.”
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Homework for this week (a fruit of this Sunday’s Mass): ponder that, when we pray the Our Father, we are not praying to Jesus, but with Him. We are praying His prayer and He Himself has asked us to make it our own. In a sense, we are so close to Him that we cannot see Him; but, like Him, we see only the Father. We are, as it were, inside Jesus’ head, looking out through His eyes – seeing the Father, and seeing the world as He sees it. It is an amazing gift that we have a chance to be totally identified with Him – for we are, indeed, His disciples. May we never stop asking Him to teach us to pray.
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Jesús, al enseñarnos su oración, el Padre Nuestro (Lucas 11, 1-13), afirma que la oración es siempre escuchada. Es verdad que hay que insistir una y otra vez.
El Padre Nuestro nos introduce en la intimidad de Dios para ver el mundo con los ojos de Dios. Dios ve el mundo con amor y por eso establece su Reino. El nombre de Dios es santificado cuando con nuestras vidas manifestamos que Dios es santo, es decir que Dios nos ama y nos salva. Es entonces cuando se establece su Reino de santidad, de justicia, de amor, y de paz. Se trata del don de Dios mismo que nosotros acogemos y hacemos presente en el mundo.
El Reino de Dios es un Reino de perdón, que crea la unión de los hombres y mujeres con Dios y de los hombres y mujeres entre sí. Por eso, somos “ministros” del perdón, perdonando a los demás. Al vivir todavía en este mundo, necesitamos el sustento diario y la protección de Dios frente a la tentación de abandonar la fe y vivir la vida simplemente de tejas abajo.
Tarea nuestra: Cada Eucaristía en la que participamos debe producir en nosotros verdaderos frutos, y el de hoy debe ser una mayor y mejor participación del momento más importante para dialogar con el Señor: la Liturgia Eucarística (la Misa). Así, viviéndola plena y conscientemente, será la fuente de toda oración y la garantía de su autenticidad.