La Iglesia nos ofrece hoy, celebrando el Quinto domingo de la Cuaresma, la adúltera y sus adversarios (que son también adversarios de Jesús) que piden que se aplique la ley de Moisés que condena a los adúlteros. Ella no puede negar su pecado y tampoco Jesús lo niega. (Juan 8, 1-11) Pero Jesús toma su defensa y se coloca decididamente contra la pena de muerte.
La argumentación de Jesús demuestra que nadie está sin pecado y, por tanto, nadie puede condenar a otro, sin dar la posibilidad de enmendarse. Se trata de no identificar a la persona con su crimen. La persona sigue estando orientada en su ser hacia el bien y tiene la capacidad de rescatarse. Hay que dar siempre una segunda oportunidad.
Sin duda los que se erigían en jueces habían cometido también sus pecados pero no por eso se consideraban pecadores sin salvación, sino que también ellos esperaban una oportunidad para corregir sus vidas.
¿Queremos corregir nuestras vidas, vivir diferente, y vivir mejor? El perdón de Dios y su gracia abundante pueden transformar nuestras vidas. Es lo que el Padre, en Cristo Jesús, nos está ofreciendo en este tiempo santo de Cuaresma: la posibilidad de cambiar nuestras vidas y de vivir una vida nueva.
Que los últimos días de la Cuaresma nos ayuden a conocer mejor a Jesucristo y a confiar en su fuerza liberadora, distinta y superior a las demás. Que estos días también nos ayuden a aceptar la gracia para reconocer que estamos llamados a renovar nuestra fe y a realizar un especial esfuerzo renovador.