La verdad de nuestra situación hoy es que vivimos en un mundo que no es exactamente el mundo soñado por Dios. No somos el pueblo en el que Dios sueña y al que nos llama. Muchas situaciones, muchas preferencias nuestras, y muchas estructuras necesitan cambio. Y mucha gente vive en la miseria y en la opresión. Necesitamos conversión y el mundo que nos rodea la necesita. El Señor nos dice en este tercer domingo de Cuaresma: “He visto la miseria de mi pueblo.” ¿Vemos también nosotros esa miseria de nuestro pueblo? ¿Y qué hacemos ante ella? Conversión significa cambiar nuestra forma de vivir y volver sinceramente a Dios y a los demás. ¿Estamos realmente dispuestos e incluso deseosos de cambiar? *** La Cuaresma nos está invitando a tomarnos en serio el amor de Dios en nuestras vidas y responder con nuestro amor. Nuestras vidas pueden ser todavía las de una higuera estéril, que año tras año no produce fruto. Sólo escuchando la llamada de Dios y el clamor de los que sufren, seremos capaces de tener una vida fecunda. Que la celebración de la Misa dominical haga que nuestras vidas, injertadas en Cristo, produzcan frutos buenos para la salvación del mundo entero.