Jesús se esforzaba de muchas maneras por despertar en la gente la conversión a Dios. Era su verdadera pasión: ha llegado el momento de buscar el Reino de Dios y su justicia, la hora de dedicarse a construir una vida más justa, tal como la quiere Él. Según el Evangelio de San Lucas (9,1-13), Jesús pronunció en cierta ocasión una pequeña parábola sobre una higuera estéril. Quería desbloquear la actitud decepcionante de quienes le escuchaban, sin responder prácticamente a su llamada. El relato es breve y claro. Un propietario tiene plantada en medio de su viña una higuera. Durante mucho tiempo ha venido a buscar fruto en ella. Sin embargo, año tras año, la higuera viene defraudando las esperanzas que ha depositado en ella. Allí sigue, estéril, en medio de la viña. Jesús compara la vida estéril de una persona con una “higuera que no da fruto.” ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Qué significa pasar por esta vida sin hacerla un poco más justa? Criar un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar la amistad o acompañar de cerca a una persona necesitada... no es “desaprovechar la vida,” sino vivirla desde su raíz más plena.