Seguimos avanzando por el camino de la Pascua. Ese camino en el que asistimos, cada domingo, al nacimiento y desarrollo de la Iglesia primitiva. Sobre todo, en estos domingos previos, la Iglesia nos ha presentado los trabajos de Santos Pedro, Pablo, y Bernabé. Ellos nos enseñan que todos los creyentes son miembros del mismo Cuerpo y que no pueden vivir aislados. Cada uno es responsable, a su manera, de la salvación de los demás.
El Evangelio de San Juan (13, 31-35) nos presenta la seña de identidad de los cristianos: el amor. En el marco de la despedida de sus Discípulos, Jesús les hace entrega de su testamento vital. A Él le cuesta despedirse (porque como hombre apreciaba a sus amigos) y, en medio del pesar, ofrece a sus Apóstoles la mejor de sus enseñanzas. Cristo quiere que esas palabras que les ha transmitido se hagan carne, las hagan vida, las guarden en la mente, y las conserven en el corazón. Es lo que les pidió en sus últimas horas alrededor de la Mesa de la Última Cena..
***
Hace muy poco nos despedimos del Papa Francisco. Y ahora, en su lugar, hay un Papa nuevo, León XIV, y lo primero que ha hecho ha sido transmitir las palabras de Jesús Resucitado: “¡La paz sea con ustedes!” La cadena de transmisión del amor no se ha roto, el camino continúa. El Hijo es el amor del Padre, y nosotros somos el amor del Hijo en este nuestro camino terrenal.