El Cuarto Domingo de Pascua siempre es el domingo del Buen Pastor. Cada año, en los tres ciclos, la liturgia nos presenta un pasaje del capítulo 10 del Evangelio de San Juan, donde Jesús mismo es el verdadero pastor.
Nos parece interesante que todos los encuentros personales con Jesús en el mismo Evangelio acaban en una confesión de fe en Jesús: los que fueron a las bodas de Caná; Nicodemo; la Samaritana; el ciego de nacimiento…; y finalmente Santo Tomás, el discípulo incrédulo que acaba reconociendo a Jesús como su Señor y su Dios. Todos ellos (y más personas) terminaron creyendo en Jesús, a pesar de las dudas – así que siempre es posible, si nos lo tomamos en serio, que nuestra fe salga fortalecida, como la de aquellos primeros discípulos de Cristo.
Oremos. “Oh Dios, tú nos permitas graciosamente experimentar cuánto te preocupas por nosotros, dándonos a Jesús como nuestro Buen Pastor. Él nos conoce bien, ya que nos lleva en su corazón. Haz que seamos siempre íntimos suyos y discípulos suyos para que nosotros también le reconozcamos a Él como Buen Pastor, oigamos su voz, y le sigamos sin reserva. En su Santo Nombre. Amén.”